jueves, 7 de junio de 2012

Que VIVA la libertad de Expresón

Jenny creció en la clase media de los 80`s, a los 5 años ya pronunciaba algunas palabras en inglés como parte del minucioso adiestramiento de Olga, su madre de 33 años.
Creció, a decir verdad, sin carencias, rodeada del gran amor de sus padres y siempre bajo la sensibilidad de quien educa viniendo de abajo.
Decidió seguir los ideales de su padre, un prominente abogado, férreo defensor de los derechos humanos.
A los 20 años ya había organizado la primera manifestación pública contra el aumento al precio del pasaje urbano, aunque, curiosamente, pocas veces tomaba uno.
Esa fue la primera de muchas demandas que realizó el grupo de “estudiantes defensores del pueblo”  como se autodenominaron los primeros 10 integrantes.
Dos años más tarde lograron increpar al gobierno local, mientras se manifestaban en contra de la ampliación de una empresa de hidrocarburos.
A Jenny no le hizo falta nada, vivió en un mundo completo, con capacidad para recibir y dar amor, con la bendición de pedir por y para los demás, Jenny aprendió a gritar con las entrañas el dolor de los demás…
La mataron mientras dormía. Según las últimas investigaciones, habrían abusado de ella antes de asesinarla.

¡Qué viva la libertad de expresión!