jueves, 30 de junio de 2011

"Tarea del Taller"... El cuarto de la infancia

Al "gordo" que ya no es tan gordo...

Intenté escribir un cuento “surrealista” con el tema del cuarto de mi infancia, no sé, algo fuera de serie. Quizás dar vida a algunos alebriges amigables o a un par de duendecillos habitantes de la oscuridad bajo las camas, un cuento de terror con monstros al anochecer en aquella geografía cuadrada o… ¡vamos!; ya poniéndonos  románticos, tal vez hasta la descripción secuencial de mi primer placer, completamente desnudos en la eternidad del medio día y mi madre descubriéndonos casi al punto, pero no tuve tanta suerte,  no fue en mi cuarto la primera vez  y ni mi madre la que nos descubrió.  
Bastante temprano para mi buen sueño, entendí  que los mostros que asuntaban a mi hermano por la ventana,  eran en resumen, las sombras de los arboles azotados por  los vientos de fin de año,  que los duendes parlanchines no eran si no las cajas con los zapatos que nunca me gustaron y  que los ratones escudriñaban por las noches. Nada extraordinario.
Años después, en una caja polvorienta de cartón forrada con estampas  de payasos tristes,  encontré una foto de mi cuarto.  Bastaron unos segundos para corregir el olvido.
  —Qué tiempos,  y pensar que todo empezó en mi cuarto.
Que nunca le tuve miedo a los mostros porque tenía que ser más valiente que mi hermano menor, en realidad despertaba antes que él por los ruidos  pero  cuando venía a mi cama, asustado,  yo tenía la historia completa de la verdad; verdad que ni yo mismo  creía porque  sí vi, en más de dos ocasiones los duendes que le negué.
Extraño ese cuarto. Un par de cortinas verdes que la abuela bordó antes de morir, nuestras camas individuales perfectamente combinadas y acomodadas en las esquinas contrarias, la repisa que mi padre llenaba con lociones para adultos y talcos de bebes, y el mismo chinche todas las noches dándole vueltas al foco pálido a mitad del techo.
No sabía sinceramente que salir de aquel cuarto sería difícil, ahora, a cientos de kilómetros y de noches de insomnio, con algunos tropiezos considerables y dos de tres éxitos sin importancia para el mundo;   extraño mi cuarto de la infancia, es verdad.  Pero lo que  más extraño,  es contarle a mi hermano  las historias nocturnas que ahora escribo para no olvidar.

Yabín Cabrera
Taller literario Bernal Díaz del Castillo
Coatzacoalcos,  Veracruz 28 de junio del 2011

viernes, 24 de junio de 2011

Prosa de despedida.

Quiero escribirte una nota
Que  cuando  leas, la destruyas.
No será grotesca si pernoctas.
Tampoco  llevará palabras tuyas.
#
Supe del desliz por la cuadrilla
y no puede mirarte a los ojos.
Me voy por  ahora de rodillas,
me voy para siempre sin despojos.
#
En el silencio de mi letra
va adjunto el sufrimiento.
Tal vez ni te des cuenta,
lo escribí sin remordimientos.
#
Supe que este día llegaría
Más no previne el dolor de mi injusticia.
Supe que no es buena la aventura
cuando se juega al amor con  avaricia.
#
Te dejo, ahí; mi nota de reclamo
La escribí con tinta de carmín
La verdad me voy porque te amo.
¡Yo nunca fui tu Serafín!
Yabín Cabrera
Viernes 24 de junio de 2011

miércoles, 22 de junio de 2011

El dolor

A Elías, donde quiera que estes, eres un buen tipo, un buen amigo. (TEXTO CORREGIDO)

Nació con dolor de muerte. La única persona que lo amó, su madre, se fue cuando él vino. Sus trece años de edad contrastas con su carita de infante. Conserva cicatrices de estupor en el alma; una piel bronceada, no muy alto de estatura y poco expresivo, basta con cruzarle la mirada para escuchar  sus reclamos.
Cuando lo vi por primera vez jugaba con sus amigos del barrio cerca del pantano, vestía playera sin mangas y un short de algún equipo de futbol que ya no recuerdo.
Una tarde, se animó a contarme el significado de la vida. No comprendí ni eso, ni las caras de “totopo duro” que pusieron los maestros cuando, de chispazo, en otra ocasión, comentó sobre la noviecita de la escuela.
Tiempo después lo vi llorar. Hablamos de los constantes desprecios de su abuelo, me confesó  las interminables  ganas de no regresar nunca a su casa; por él me enteré también de las vagancias que hacía por las noches en su colonia,  buscando el peligro.
Fue hasta la misma tarde de su entierro, cuando por fin imaginé su tragedia.
— ¿De qué murió? –Preguntó un despistado-.
— VIH, -contestó una niña vestida de escolar-.
— ¡De dolor del alma!, -corrigió el maestro-.

Yabín Cabrera
Coatzacoalcos, Veracruz, 22 de julio 2011.
Taller literario Bernal Díaz del Castillo.




martes, 14 de junio de 2011

Prosa sin nombre...

A mi prima Maritza por "chingadora"...


He decidido dejar de amarte.
Romper de una vez tus cartas
Cortar la comunicación ya mismo,
Y olvidarte, y olvidarnos de lo que fuimos.

Que si alguien nos pregunta por la calle,
y nos atropella con el tema incomodo
¡Está usted equivocado, me confunde!
Respóndele mi amor y vuelve la frente al cielo.

Que cómo y qué cuando,
No estoy seguro, lo único que sé,
Es que esta maldición vino contigo
Desde el primer beso.

No duermo, no vivo, no pienso,
He decidido dejar de amarte,
Recuperarme, ser yo mismo de nuevo,
Respirarme de vez en cuando.

Y me levanto esta mañana
Decidido a dejar de amarte,
Y te escucho al otro lado
Y te siento ahora conmigo.

He decidido dejar de amarte
Pero no sé si te lo digo.

Yabín Cabrera