martes, 21 de febrero de 2012

El contraste de la isla…

Yabín Cabrera
Coatzacoalcos, Veracruz.

Coatzacoalcos es una ciudad de contrastes inadvertidos. Una ciudad de muertes insolubles. En dónde da igual el indigente que apesta el aire que ya apesta o un gobierno de quimeras.
La ciudad de las grandes avenidas como se le conoce en la región, fue fundada  por órdenes de Hernán Cortes el 8 de junio de 1522 bajo el nombramiento de Villa del Espíritu Santo.
Este lugar  se eleva a la categoría de ciudad en 1911 con el nombre de Puerto México y en 1936 se restituye: Coatzacoalcos, Veracruz.
En la actualidad, esta ciudad cosmopolita, es la tercera población más grande de Veracruz con 305 mil 260 habitantes, 4.0% de la población total del Estado,  divididos en 147 mil 962 hombres y 157 mil 298 mujeres. Con 28 años de edad en promedio.

Recorrer el centro es viajar en el tiempo, es adentrarse en la historia de la iglesia San José, por ejemplo… Hoy, envuelta en una imborrable huella histórica. Grandes vitrales sustituyen la antigua fachada que en breve será derribada por completo.

Pensar con melancolía en Coatzacoalcos, es regresar a los bancos de arena, a las playas del río y del mar que están convertidas; ahora, en el malecón viejo y el malecón de la era moderna.

A grandes poblaciones, definitivamente, grandes problemas.  Aquí se generan diariamente 465 toneladas de basura, compuestas en su mayoría, por residuos alimenticios: 1 millón 743 mil 750 kilogramos. En la actualidad no existe una planta de tratamiento. Se observa por doquier a los pepenadores, ganándose el día, algo han de obtener de los 395 mil 250 kilos de cartón o de los 162 mil 750 kilos de pet, 511 mil  500 kilos de pañal desechable o de los 60 mil 450 kilos de hueso que recolectan diariamente los 500 trabajadores de limpia pública, divididos en 7 rutas.

La ciudad cuenta con una superficie de  471.2 Km2 representando el 0.65% territorio estatal. Está situada en la Región Olmeca, dentro de Istmo de Tehuantepec. Es una región relativamente cálida con una  temperatura media anual de 26.3°C con precipitación pluvial la mayor parte del año.

En alguna parte, ya sea por las grandes avenidas o en los lugares más representativos, la historia vomita su verosimilitud y dicta; al oído y de manera espontanea, que en el siglo XIII los Olmecas, instaurados en esta zona alcanzaron un desarrollo comercial, y  a pesar de ello, se extinguieron entre los siglos XIV A XV.

En la actualidad la ciudad a alcanzado también, un gran desarrollo comercial en el que mucho tiene que ver la industria petrolera, sin menospreciar el alto porcentaje de la actividad de ganadería y pesca. Siendo, según el INEGI, una ciudad de alto desarrollo humano.


En contraste, ocupamos uno de los primeros lugares del estado en obesidad. Siete de cada diez personas, —entre diez y sesenta y cinco años de edad— tienen sobrepeso, la enfermedad con mayor incidencia por este problema es la diabetes y en esta, ocupamos el primer lugar a nivel estatal, según el reporte último de la jurisdicción sanitaria número XI, que abarca únicamente la secretaría de salud del estado, es decir, que en este índice no están considerados los que tiene algún tipo de seguridad social atendidos en otros hospitales como: Issste, Imss, Pemex, SDN, SM y hospitales privados. En este rincón mexicano donde los problemas de diabetes están a la orden del día el porcentaje de médicos en de dos, por cada mil habitantes.

En la ciudad con calidez veracruzana que sigue siendo priista, mientras los políticos se desmoronan adornando sus alocuciones, un grupo de ecologistas de la agrupación internacional Green Peace realiza un muestreo sorpresa en las aguas del rio Coatzacoalcos.
La intención: demostrar su contaminación, después del derrame de petróleo, producto de una toma clandestina.

Sobre todo, luego de que el secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Juan Rafael Elvira Quesada, y el gobernador Javier Duarte de Ochoa, aseguraron que se ha recuperado 97 por ciento del crudo derramado sobre el río el 31 de diciembre del 2011. Mil 500 barriles de crudo vertidos al rio que desde antes era el más contaminado de México.
Hace un par de días Pemex Refinación informó que en este lugar concluyeron los trabajos de recuperación de 472 mil litros de hidrocarburo, este derrame sería el primero de tres más en Veracruz
Es aquí donde los grandes contrastes de la vida se encuentran nuevamente para formar una línea delgada, casi invisible, ante la vista aturdida. En 1981 inicia actividades el complejo petroquímico cangrejera, detonador importante de la economía de la región, exportándose diariamente cerca de 401 mil barriles de petróleo contribuyendo para que PEMEX en el año 2000, se considerara  la  quinta petrolera del mundo.
El título ha salido caro. Las distintas corporaciones dedicadas a la investigación de contaminantes coinciden que en esta ciudad se registran altos porcentajes de óxido de azufre y nitrógeno; entre otros, como principales contaminantes del aire.
En agua y suelo también se registran contaminantes de la industria, colocando a esta ciudad como una de las más contaminadas a nivel mundial.
El río Coatzacoalcos que nace en el estado de Oaxaca y desemboca en el golfo de México es el tercero en importancia del país por su caudal, pero tiene el título del río más contaminado de México; a su paso, se asienta la zona más industrializada de Veracruz; Coatzacoalcos-Minatitlán.
Aunque la versión oficial dice —que esta contaminación nada tiene que ver con  los altos índices de cáncer en la región— lo cierto es que de manera alarmante se registra una importante alza en el número de  casos, colocando  a las dos ciudades antes mencionadas en los primeros lugares.

La noche será larga para Sandra, mama de Gil, un niño de cuatro años que no terminará de entender el dolor permanente de cabeza que tiene desde hace mucho tiempo. Padece de leucemia linfoblastica aguda y su situación es crítica. Sólo recibe tratamiento paliativo.
Gil está internado en el hospital regional Valentín Gómez Farías. Ocupa la cama cuatro de urgencias donde más niños se quejan abruptamente. Allí, en una noche fría Sandra llora la impotencia ante el cáncer. Llora en silencio como tanta gente. Y como si no fuera suficiente, llora también las tragedias ajenas.
Es esta la ciudad de cinco panteones y un hospital para el pueblo. Donde Gilberto recibió quimioterapia junto a una veintena de niños que a un año y medio de distancia, se han convertido en sesenta.

Es aquí, Coatzacoalcos, la misma ciudad que Hernán Cortes describió como el mejor puerto para la actividad comercial marítima, donde se acentúan los contrastes más verosímiles.
Los coches rebasan la velocidad de 40 kilómetros por hora que marcan los señalamientos en el malecón. Los anuncios de barra libre en los antros y bares que pululan, resaltan a la vista desde cualquier punto.
Se pueden apreciar también, las ruinas de un casino de apuestas.  El salitre ha hecho estragos en la fachada y en los tubos metálicos se nota la corrosión del tiempo. Es fácil, oler la tragedia en la dimensión del tiempo.
La primera etapa del malecón está dedicado a algunos bares y cafés, donde los fines de semana se puede escuchar música al aire libre y platicar con gusto, exponiéndose al aire fresco frente al mar.
Tal vez desde este mismo lugar hubiéramos podido apreciar en 1793 la erupción del volcán San Martín en la sierra de los Tuxtlas, la última actividad de la que exista registro.
El Malecón Costero es el símbolo del Coatzacoalcos Moderno, la columna vertebral del urbanismo, cada vez que crece lo hace con dirección, diría alguna vez el alcalde.
El mismo urbanismo que nos lleva a una; cada vez más, marcada población juvenil alcohólica. Y esto es normal.

Las palmeras larguiruchas y flacas que adornan el malecón, tuvieron nacimientos artificiales, por eso, quizás, la mayoría no se acostumbra y muere.
Al llegar a la rotonda de Miguel Hidalgo en malecón y Carranza, se observan diez replicas en miniatura de la cabeza Olmeca, perfectamente acomodadas en una superficie que cubre la parte frontal de la Casa de Cultura. En una placa metálica se lee “El pueblo de Coatzacoalcos al padre de la patria 1810-1960”
Este lugar también es el comienzo del malecón Puerto México (2004) constitución de la era moderna del nuevo Coatzacoalcos. El de la obra pública, el del malecón, del túnel sumergido…
En la playa una familia se toma fotos en este día nublado, juegan con el vaivén de las olas, corren, se divierten.
En la parte trasera de la casa de cultura, se exhiben tres viejos cañones, en manifestación de monumentos, apuntando hacia el mar.
En la playa se observan restos de troncos arrastrados por el rio. Siguiendo por la banqueta del malecón nos encontramos a los tradicionales vendedores de raspados, esquites y cocos. “Chiapas, Jiquipilas, la chiapaneca” entre otros nombres, se leen en las carpas de los puestos.

“Nosotros —dice uno— nos venimos hace como 20 años, conseguimos estos puestos y nos va muy bien, de repente regresamos al pueblo, pero casi no”
A la altura de los vendedores, precisamente en dirección de los cañones, el mar carcome el muro de contención.
De costado derecho se encuentra la entrada de las escolleras, un camino estrecho, que conduce a la terquedad del mar. La historia es sencilla, cientos de rocas traídas del puerto de Salina Cruz hace muchos años.
En este atractivo para turistas se encuentra una plaga de felinos, hacen una pasarela callejera en  condición de rebeldes. Saltan repentinamente de los botes de basura, se esconden entre las rocas, y ya acostumbrados a la gente, consiguen que los caminantes se abran ante su egocéntrica presencia. Estos, nada saben de las rimbombantes campañas de esterilización masiva.
Rumbo a la avenida Manuel Ávila Camacho, del lado del rio que lleva el nombre de la ciudad, están asentados monumentos de hechos relevantes que forman parte de la historia del puerto.
Primero, el monumento del centenario a la modernización de puerto 1907-2007. A la hermandad con el país Chino. Seguido del monumento al pentatlón, a la armada de México en el CLXII aniversario de la rendición de las fuerzas españolas aquel 23 de noviembre en San Juan de Ulúa. El monumento al 50 aniversario del arribo de 600 españoles refugiados de la guerra y el  monumento en memoria del remolcador Orión y sus fallecidos.
El fallecido cronista de la ciudad José Ignacio Ordoñez escribió acerca del remolcador en el 2008: ¡Se inunda el cuarto de máquinas! ¡Nos hundimos! ¡Sálvese quien pueda! —fueron los gritos que lanzó el maquinista; a los pocos segundos, el remolcador “orión” se iba a pique. El saldo de esta tragedia, ocurrida el 24 de febrero de 1976 —hace exacta-mente 32 años— fue de cuatro personas fallecidas, dos rescatadas el mismo día, y dos más que estuvieron perdidas en el mar y recuperadas casi una semana después. 
El barrio de las escolleras que hasta 1938 era un barrio totalmente desorganizado, y que fue habitado en un principio por coreanos, ahora se respira en él un aire aristócrata.
En el  rio Coatzacoalcos de los años treinta, los pescadores  hallaban alguno que otro manatí. Ahora, es imposible pescar.
Habían —dice panfilita che reyes en su libro “Los lirios flotantes de mi ribera”— tres temporadas de pesca:
La cuaresma, donde el robalo estaba gordo, se le extraía mucho aceite y se freía con su propia grasa. Entre marzo y abril.  La pesca de arribazón se efectuaba por las noches entre mayo y junio y la pesca de subida que era la más fuerte y prolongada, entre julio agosto y parte de septiembre.
“En el rio no se puede pescar, está prohibido, ahora tenemos que ir cinco millas más adentro del mar”, dice el líder de los pescadores.
Un olor putrefacto invade el ambiente frente a la residencia de los Anaya. De frente un muelle privado. Cercana, la escuela privada de mayor prestigio en la que estudiara Salma Hayek; el emblema internacional del puerto, hasta terminar con la calle Quevedo custodiada por una enorme réplica de la cabeza Olmeca.
Por el litoral del rio donde hay espacio y modo para que algunas platas crezcan, se observan pedazos de sombrillas y pet. 
A partir de Quevedo con rumbo al embarcadero de lanchas podemos encontrar en las esquinas a Carla, Karina, lili… cualquier nombre es bueno para ocultar la identidad… chicas que integran el padrón de meretrices: 406 bajo autorización. Entre casas deterioradas y otras más en ruinas, estas chicas saludan al visitante curioso que transita por el malecón viejo.

Un taxi coloca las intermitentes, —la ciudad está llena de taxis roji-blancos, 5 mil 400 van de lado a lado con pasaje— del taxi se baja un tipo de facciones toscas; pantalón de mezclilla y gorra, atraviesa la calle para entrevistar a una chica que se encuentra accesible y juntos suben después de cinco minutos de negociación.
¿Entonces qué, sí? —20 por ciento de meretrices dan positivo en la prueba del Virus del Papiloma Humano, 12 de ellas dieron, -en las últimas pruebas-, positivo en VIH/SIDA, cifra que no deja de ser preocupante, dice el regidor de salud—
Pero vamos, que esto no le interesa al cliente, o no por el momento. Como tampoco le interesa que las chicas sean asediadas por dos inspectores de vez en vez, que les quitan algo del día, sin saber que según la ley del estado de Veracruz de 1945 (obsoleta por cierto) pueden ejercer libremente su oficio siempre y cuando cuenten con los permisos.
Es el patio trasero de la ciudad, el barrio de los gatos callejeros, el barrio de las descargas de aguas negras. No hay perrera, no hay un lugar para gatos callejeros y no hay una planta tratadora de aguas residuales.

Es triste ver un río tan caudaloso y contaminado, ver los pequeños espacios escombrados llenos de basura, pet, plásticos, vasos de unicel, zapatos, camisas…
Al llegar al hotel River Plate desfilan más chicas, —estas son de un precio más accesible, -dice Juan, un vendedor de chicharrones.
El bar monterrey rompe el silencio con música de los Temerarios. Cerca del embarcadero están los Hoteles: Cortaza y Holiden. Este último ha solicitado al ayuntamiento su colaboración para retirar a las meretrices de su perímetro.
En el Coatzacoalcos de la promesa de Quetzalcoatl, 34 mil 397 alumnos reciben educación primaria, de educación especial son 995, en formación para el trabajo están inscritos 5 mil 233, mientras que la educación secundaria gratuita se imparte para 15 mil 287 alumnos ante 10 mil 671 de nivel medio superior, 35 más en la modalidad de adultos, y el resto, asiste a escuelas particulares.
Las escuelas, las novias olvidadas por chicos que prefieren lo pintoresco y escandaloso del malecón, este gran paraíso del alcohol que ha dado muerte a más de uno en su algarabía, pero así son, —dice Nietzsche— los fanáticos que no entienden de razones.
La historia del Coatzacoalcos de hoy ya está escrita en la literatura latinoamericana, Gabriel García Márquez redescubría América antes de ser vista, antes de ser entendida. Coatzacoalcos es el macondo de la industria bananera, donde el destino del capital extranjero hace honor a su nombre, mientras que  los obreros culminan su jornada con más problemas económicos.
El Coatzacoalcos de hoy es uno que despierta —como decía Vargas Llosa en referencia a macondo— muy temprano para ver la novedad del pueblo.
Más kilómetros de malecón costero, más kilómetros de pavimentación en cualquiera de las 101 colonias o los 9 ejidos, más empresas paraestatales comiéndose la reserva o la reestructuración del puente que se caía a pedazos.
Catorce mil 827 familias de los ejidos y cuarenta y cuatro mil 781 familias en la ciudad, son testigos del gran crecimiento en obra pública, que generalmente tiene que ver con más calles pavimentadas y menos escuelas construidas.
Aquí donde los museos son el último punto en el mapa turístico de los no turistas.
Donde se advirtió un túnel sumergido con tecnología de punta, desde el gobierno de Miguel Alemán y que simplemente no tiene fecha.
Coatzacoalcos, la ciudad que se mide en kilómetros, no en pesos. En número de eventos, no en la calidad. En la inversión extranjera, no en la afectación al medio ambiente. En el numero del cáncer, no en su atención. Coatzacoalcos, la ciudad desesperada por la eterna promesa de Quetzalcóatl, elevada por inmigrantes que no quieren más inmigrantes. La ciudad, pues, de contrastes inadvertidos.

viernes, 3 de febrero de 2012

El acto de orinar con público

Pepito fue el primero en descargar su micción en las gardenias de la señora Rosa, Emilio siguió contundente y por último Pancho. Los tres tomaron posición frente a la maseta que se encontraba en el umbral de una gran ventana a la calle.
Mientras se codeaban en el vaivén de la travesura, los tres niños de quinto año de primaria, saboreaban como nunca el acto de orinar.
Desde la cocina, doña Rosa advirtió las risas burlonas de los chamacos mocosos pero no pensó en recriminarlos, al contrario, salió a ofrecerles caramelos, conmovida quizás, por el recuerdo de sus nietos que la visitaban cada verano.
Ante la increpación inmediata de la mujer,   los chicos no perdieron tiempo. Emilio se subió hábilmente el cierre, le dio una palmada en la espalda a pancho y con una seña emergente direccionó la estampida del trío.
Corrieron rápidamente a la loma y se volvieron a lo lejos para ver a doña Rosa parada a media calle, con la mano rompiendo el aire y proyectando gritos intoxicados  de rabia pero frágiles al viento, impenetrables a los oídos de diablillos con almas salvajes.  
Al día siguiente, los traviesos críos se aventuraron en la misma hazaña. No quedaba más.
Llegaron a la misma hora, sólo que esta vez en perfecto silencio. Dejaron los morrales con útiles en la esquina de la ventana. Desenfundaron las armas de su bélica encrucijada y dispusieron casi a la par, una lluvia torrencial de líquido amarillento que terminó antes de  tiempo, por la presencia de don Tito.
   ¡ey! Jijos de su chingada madre! -Gritó el viejo.
Los mocosos saltaron del susto.  Emilio y Pepito se posicionaron con sus morrales para huir, mientras que a Pancho le faltó precisión, abandonando el lugar sin su morral por las manos amenazadoras de don Tito.
Era agosto. Los tres niños con cara de turipaches buscaban refugio ante aquella inclemente lluvia que se soltó por primera vez en el bimestre.
Los arboles cedían a la danza del viento mojado. Las nubes negras invadieron la tarde, y la tristeza, por alguna razón, cayó al corazón del pueblo.
Dos horas más tarde la lluvia cedió, la evidente preocupación de pancho por no tener su morral de utilices los hizo regresar a la casa de doña Rosa, sin la menor idea de cómo recuperarlo.
Los tres pequeños bandidos inspeccionaron desde un callejón cercano, la casa de Rosa. Estaba completamente cerrada y una laguna formada por el aguacero adornaba la puerta.
No había manera. Regresaron a la loma para pensar mejor. Y ya presionados por la  anticipada muerte de la tarde, decidieron ir a casa sin el morral.
La chispa de sus caras se había trasformado en las últimas horas y los gestos de preocupación tenían espacios cada vez más prolongados.
Esa fue la última tarde traviesa del trió. Después... ¡se hicieron hombres!
Los tres dejaron de asistir a la escuela, Pepito y Emilio fueron agregados; a sus 11 años, en la lista de campesinos del pueblo con la firme intención de  apoyar en la economía familiar.
—De todos modos ni maistro hay, tiene dos días que se fue y no va a regresar, -dijo revirando la cara el padre de Emilio, mientras orinaba en el patio.
Pancho, por otro lado, se fue del pueblo la misma tarde. Se convirtió en un peón de albañil, en una ciudad a dos horas de distancia.
La vida los alcanzo temprano, sin poder correr porque no sabían a donde ir.

Esta historia la pensó un fotógrafo después de iluminar con su flash la detención de Francisco Gutiérrez, al ver como el obrero totalmente alcoholizado, se quedaba completamente callado ante la pregunta de la justicia. — ¿Por qué estabas orinando en la calle? —Pos por falta de educación, porque va ser, contestó un vecino.