martes, 25 de octubre de 2011

Nos quisimos tanto...

Escribiremos en el cielo un cuento del que no saldrán nuestros proyectos, sostenidos de la nada y guiados siempre a subir, cual globo fiel al firmamento.

Y te quise y me quisiste y nos amamos. Como la eternidad atrapa al deseo del hombre nos besamos. Fuiste mía hasta el día que yo muera, y yo muero hasta el día que tú quieras.

No son estas, amor, palabras de despedida. Son cúpulas de memoria herida, las prodigiosas bondades que el corazón alcanza.

Y aquí estoy, pidiendo perdón que me perdones. Inevitablemente esquivé las falsedades.

No fue amor por amar lo que sentimos, sin la inocencia de besarte  cuando niños.
La distancia de la piel es la culpable, mas la indiferencia de invocarnos por las tardes.

Adiós para siempre a lo que fuimos y bendigo a la inocencia del olvido.

domingo, 23 de octubre de 2011

El cuarto

No necesito llave, la puerta; que no lo parece, se abre con el timbre de mi voz al instante. Es el corazón purgante de una amada convertida en protección.
Ante mí, queda el resultado de una vida exitosa, llena de comodidades y de objetos lujosos.
El piso de cerámica, cuyo color no recuerdo, está escondido bajo la alfombra amazónica que llegó una noche de invierno.
Inmediatamente, se alcanzan a la vista los objetos más extraños de mi vagancia por el mundo, de cuya explicación me honro cada que alguien; necesariamente, pregunta cómo, cuándo y dónde.
Un chasquido para encender el reproductor, que de manera inteligente, continúa con el género semanal. Mi cama, que ha de ser la  más confortable, se vislumbra siempre delicada y suave como las nubes blancas desde un avión.
Cerca del buró, a un botón, los recados emergentes dictados mecánicamente por una voz  tierna y femenina.
Al frente, dos cuadros parisinos de artistas urbanos, que contemplo sin hastío en las pausas largas de las lecturas nocturnas. Y en la mesa de cristal, el libro para la inmortalidad que casi termino.
En eso estaba, cuando un grito estrepitoso interrumpió mi delirio y me devolvió; en aquel patio, la escoba en la mano y la hojarasca al tobillo.
— ¡Hombre! ¡Y ahí! ¿A quién le hacías el amor? —Me cuestionó Jahir acostado en la banqueta, donde minutos antes empezamos el peligroso juego de soñar.
—Pues…  no sé, no haría falta, —le contesté dando las primeras sacudidas con la escoba.
— ¿No haría falta? —refutó con brusquedad. — ¿Y entonces? ¡Qué caso tiene soñar!

El cuarto

No necesito llave, la puerta; que no lo parece, se abre con el timbre de mi voz al instante. Es el corazón purgante de una amada convertida en protección.
Ante mí, queda el resultado de una vida exitosa, llena de comodidades y de objetos lujosos.
El piso de cerámica, cuyo color no recuerdo, está escondido bajo la alfombra amazónica que llegó una noche de invierno.
Inmediatamente, se alcanzan a la vista los objetos más extraños de mi vagancia por el mundo, de cuya explicación me honro cada que alguien; necesariamente, pregunta cómo, cuándo y dónde.
Un chasquido para encender el reproductor, que de manera inteligente, continúa con el género semanal. Mi cama, que ha de ser la  más confortable, se vislumbra siempre delicada y suave como las nubes blancas desde un avión.
Cerca del buró, a un botón, los recados emergentes dictados mecánicamente por una voz  tierna y femenina.
Al frente, dos cuadros parisinos de artistas urbanos, que contemplo sin hastío en las pausas largas de las lecturas nocturnas. Y en la mesa de cristal, el libro para la inmortalidad que casi termino.
En eso estaba, cuando un grito estrepitoso interrumpió mi delirio y me devolvió; en aquel patio, la escoba en la mano y la hojarasca al tobillo.
— ¡Hombre! ¡Y ahí! ¿A quién le hacías el amor? —Me cuestionó Jahir acostado en la banqueta, donde minutos antes empezamos el peligroso juego de soñar.
—Pues…  no sé, no haría falta, —le contesté dando las primeras sacudidas con la escoba.
— ¿No haría falta? —refutó con brusquedad. — ¿Y entonces? ¡Qué caso tiene soñar!

domingo, 9 de octubre de 2011

El muerto de los contreras

Lo mataron en la salida del bar cerca de la parada de camiones, motivados por un instinto animal; primero, Pedro le estrelló en la cara un pedazo de pavimento que encontró de los restos de un tope, y Emigdio, el menor de los hermanos, le propinó finalmente una punzada certera al corazón.
Los hermanos aun con evidentes efectos de algún narcótico, salieron corriendo a ocultarse al nauseabundo cuarto que alquilaban cerca del lugar.
La víctima murió al instante, sin tiempo ni forma de recopilar las imágenes que guardaba de una vida próspera y tranquila. El cuerpo se vio rodeado inmediatamente de curiosos y en segundos, de policías, prostitutas… y más curiosos.
Las primeras declaraciones apuntaban a un fallido intento de asalto, pero enseguida se desmintió. Las características de la escena del crimen indicaban un motivo distinto.
Al día siguiente, los diarios locales destacaban la fotografía sanguinaria de un ingeniero recién graduado por la universidad nacional. Bajo el título  “Junior salvajemente ultimado”, se mostraba; sin ningún fundamento informativo, el charco de sangre en el que murió al instante. En otra foto, un Ford Fiesta azul marino; su coche, descompuesto a una cuadra del lugar con el pie indicativo “habría tomado la ruta más larga y peligrosa”.
Los hermanos, en la intranquilidad de la conspiración, salieron a la calle con rumbos diferentes pero con el mismo fin, descubrir la verdad de los periódicos.   
Así, cada uno por su lado, se enteraban la mañana del último lunes de noviembre, que su víctima no era el dueño del bar que los había corrido y de quien decidieron desquitarse en la noche anterior.
— ¡Siempre sale a esa hora hombre, siempre! -le dijo Pedro a Emigdio cuando arreglaban la venganza orgullosa, y siguieron tomando sin dar tanta importancia al comentario. Tres horas más tarde, había un muerto cerca de la entrada del bar.
Consternados después de ver el charco rojo en la foto, los hermanos regresaron nuevamente al cuarto, en profundo silencio se vieron a los ojos, colocaron los periódicos en una pequeña mesa de mimbre cerca de la ventana y empezaron a tronar —como hecho bíblico— las gotas de lluvia en el techo de lámina.
Ahí estaba, en la portada principal de los diarios, el muerto equivocado de los contreras.

sábado, 8 de octubre de 2011

Discurso: Presentación "Hermanos en el camino"

Pero qué hacemos, a dónde vamos… cómo lo gritamos, porque esto hay que gritarlo. Que se sepa. Que sepa la gente de mi pueblo, que hay otros pueblos sufriendo.

¿Una película? Pero si nomás tenemos dinero para copias.

 ¿Una marcha? Pero sólo somos unos cuantos informados. Qué hacemos, porque algo tenemos que hacer.

¿Magia negra? Nombre si las buenas brujas murieron ya hace tiempo.

¿Escribir? Pero que vamos a escribir.

Contaba Cabral que en 1982 cuando anunciaron que el ganador del premio Nobel de literatura era el colombiano Gabriel García Márquez, un periodista corrió a la casa de su madre para entrevistarla y a al paso, ella le contestó: “yo no sé nada de literatura, lo único que sé, es que el Gabo tiene muy buena memoria, porque todo lo que escribió, se lo contaron”.

Hermanos en el camino no es el hilo negro de la literatura, mucho menos lo es del periodismo. Es, sí: Nuestra obra de arte, nuestro cuerpo repartido en letras, nuestros sentidos, nuestro oído. 

Es la viva voz del suplicio, es el uniforme de la sangre, son llagas de las plantas de los pies repartidas en puntos y en comas, es carne viva suplicando que no abandonemos nuestra responsabilidad social. Carne que vive abierta a la ayuda.

No hay más detrás del todo. No hubo una cortina negra que esconda lo mejor del espectáculo. Hoy, ni siquiera hay espectáculo. Somos simplemente jóvenes en voz de otros jóvenes, pidiendo; a los mismos, lo mismo, desde otro contexto:

¡Libertad, oportunidades, libertad!

Los discursos juveniles de las últimas décadas, tan sólo han sufrido ligeros cambios, que al oído mediático pasan desapercibidos. Tenemos el mismo discurso petitorio hace décadas… y lo que es más interesante, seguimos ofreciendo lo mismo, sin que lo consideren, nuestras manos y pies, nuestra energía y corazón de jóvenes, nuestras ideas imperfectas, las ganas de aprender para vivir siempre en un mundo mejor, siempre mejor.

No se trata de sentir lástima. Es más bien, una invitación para entender nuestro contexto social, económico, cultural. Descifrar el punto en donde estamos parados como sociedad y entender a dónde queremos llegar.

¡Quitarle, de una vez por todas, las trampas al progreso!

Hermanos en el camino es esa oportunidad que no podíamos dejar pasar. Nació con la duda del qué hacer y se presenta hoy, como un resultado favorable de la búsqueda, de esa búsqueda entre la ilación coherente de escuela, maestros, alumnos y grupos organizados con nuestra realidad social.

Hermanos en el camino se presenta hoy… como la infalible realidad, de la que no podemos escapar. Un trabajo erigido en los brazos arquetípicos de la materia Organización y planeación de empresas editoriales, bajo una nueva actitud, bajo un nuevo compromiso.

¡El compromiso de maestros y alumnos preocupados! Por eso escribimos, aquella tarde, lo que nos contaron: Los migrantes, los indocumentados, los Hermanos en el camino.

viernes, 7 de octubre de 2011

"Desaprender lo aprendido"

¿Cómo podemos responder, nosotros; los jóvenes actuales, de corazón y de energía, esas preguntas quisquillosas que asaltan al entretenimiento?
—Pero cuáles preguntas mi chavo, -Me indico Rogelio.
—Pues esas -le dije.
 —esas que no han tenido respuesta ni en la mejor de las culturas. Esas que han sido olvidadas por las distracciones banales, las muertes, las sangres, los muertos, la sangre.
Esas preguntas que no contestaron los genios, sino para sí mismos, esa respuestas de las que sabemos sólo parcialidades.
¿De dónde viene el ser humano?
¿A dónde va?
¿Qué quiere?
Que difícil es leer a Nietzsche. Es lo que sé.