jueves, 1 de marzo de 2012

Había una vez... un niño con alma de hombre... que nos enseño que la vida es una fiesta...

Cuando lo conocí  me impresionó  la naturalidad de su vida a pesar de lo virtualmente dolorosa que podría ser.  Me impresionaron sus ganas de jugar, de correr, de vivir. Me impresionó su espíritu, su carisma.
Entonces no sabía nada de cáncer. No sabía que era la segunda causa de muerte infantil a nivel nacional, no sabía que el sur del estado tenía tan altos índices, no sabía que  no existe todavía un origen oficial de la causa. Lo ignoraba por completo.
¿Por qué los niños también tienen cáncer?
Sandra, su madre, es una madre valiente. Sin subestimar a las más valientes, ella es otra cosa. Es difícil, me dijo, pensar que en cualquier momento pueda gritar mi Beto.  Y el cuerpo pequeño, lánguido, inerte del gran hombrecito estaba allí, sonriente, acostado en una caja blanca llena de juguetes y sosteniendo entre sus manos frías los billetes de su caricatura preferida.  
Sandra nos enseña a llorar no sólo por Gilberto, sino por todos los niños que se han ido y  que se irán. Nos enseña que las lágrimas se convierten en pasos, en exigencias. Así es ella. Le llora hoy a su hijo y le llora a todos los hijos muertos de las madres inconsolables, que aun con el paso del tiempo no aun superado la tragedia. Allí, Sandra; enferma y pálida de tanto no dormir… se consuela ella misma y se conduele por  los demás.
Gil nos enseñó que simplemente se abren los  brazos cuando se quiere un abrazo y que se  estiraran los labios para sonreír. Nos enseñó a considerar que la desesperación es parte del dolor, a vivir la vida con amor para compartir, a gritar cuando es necesario, a vivir la vida que está llena de color, de humor, de esperanza.
Luchando hasta el último aliento, Gil nos ha dejado una gran tarea, no caben pretextos.
Si la muerte nos aguarda que más da entregar lo mejor de nosotros con los demás, qué más da exigir lo que no nos han dado y nos merecemos. Los niños con algún tipo de cáncer principalmente leucemia, — 60 sólo del seguro popular— nos esperan para interceder por ellos, para levantar la voz y cuestionar, exigir, reclamar.
¿No es justo acaso?
Porque niños como Gilberto, están naciendo todos los días. 

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