domingo, 15 de mayo de 2011

El recorrido

Era el paso de la tribu  Aiyuuk por la comunidad de Soberbia. Se localizaban justo a mitad de la guerra, en tiempo y espacio. No eran más de ocho  jovencitos de la época con una misión digna de ser contada.
—Vagabundos sin oficio, murmuraban los aldeanos que antes los habían conocido.
Entre los caprichos del camino encontraron  unas ruinas, se metieron a descansar y a esconderse de la muerte que anunciaba con sórdidos estruendos su llegada.
Cargaban pequeñas mochilas deshilachadas por la travesía. Habían caminado el día entero y se dedicaron a tumbarse en los restos de un piso elegante pero polvoriento. El de cara melancólica sacó un pedazo de libreta y se dispuso a escribir. El resto cayó rendido y se limitaron a mirarse unos a otros sin palabra alguna.
Al día siguiente, encontraron a su paso los restos de un palacio. Entraron advertidos por los bélicos sonidos cada vez más cercanos. Exploraron el sitio que dos años antes planearon visitar. Ahora, convertido en ruinas por algunas bombas del ejercito salvador.
Para sorpresa de todos, en medio del palacio; intacta, estaba la pintura más famosa de la época y el motivo real de aquella aventura que sus familiares habían calificado de locura sobrenatural.
 — Que carácter, comentó uno.
 —Sí que fue soberbia hasta en pintura, dijo otro.
 Admiraron la reliquia con tanta devoción que la escena era digna de filmarse.
 —Su nariz larga y perfilada apuntando al norte, al lado enemigo.
 — Es cierto, que frialdad.
—Se dan cuenta del contraste más ingenuo, es arrogante en mitad de una guerra, de corsé y crinolina. Y a pesar de la destrucción de este lugar nada le ha pasado.
La pintura que encontraron era una obra de arte del siglo pasado. Motivados por las historias de un Artista retirado decidieron ir  a su encuentro. Las ruinas pertenecían a lo que había sido durante años el templo de los Iluminados, lugar de pinturas extrañas del mundo.
Era un cuadro encantador. La Reyna mostraba con ligera frialdad, su vestido almidonado con enagua de crinolina, en tonos melancólicos combinados con pasión. Los parpados caídos contrastan con la rosa enamorada a la altura de los hombros.  
Entonces. Un inclemente zumbido, una lluvia mortal y ni aquella expresión de  riqueza, ostentación y extravagancia pudo salvar de la muerte aquel grupo de jóvenes, que recorrieron el infierno terrenal sólo para ser testigos de tan impresionante  belleza. Perdieron la batalla ante la Soberbia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario