domingo, 9 de octubre de 2011

El muerto de los contreras

Lo mataron en la salida del bar cerca de la parada de camiones, motivados por un instinto animal; primero, Pedro le estrelló en la cara un pedazo de pavimento que encontró de los restos de un tope, y Emigdio, el menor de los hermanos, le propinó finalmente una punzada certera al corazón.
Los hermanos aun con evidentes efectos de algún narcótico, salieron corriendo a ocultarse al nauseabundo cuarto que alquilaban cerca del lugar.
La víctima murió al instante, sin tiempo ni forma de recopilar las imágenes que guardaba de una vida próspera y tranquila. El cuerpo se vio rodeado inmediatamente de curiosos y en segundos, de policías, prostitutas… y más curiosos.
Las primeras declaraciones apuntaban a un fallido intento de asalto, pero enseguida se desmintió. Las características de la escena del crimen indicaban un motivo distinto.
Al día siguiente, los diarios locales destacaban la fotografía sanguinaria de un ingeniero recién graduado por la universidad nacional. Bajo el título  “Junior salvajemente ultimado”, se mostraba; sin ningún fundamento informativo, el charco de sangre en el que murió al instante. En otra foto, un Ford Fiesta azul marino; su coche, descompuesto a una cuadra del lugar con el pie indicativo “habría tomado la ruta más larga y peligrosa”.
Los hermanos, en la intranquilidad de la conspiración, salieron a la calle con rumbos diferentes pero con el mismo fin, descubrir la verdad de los periódicos.   
Así, cada uno por su lado, se enteraban la mañana del último lunes de noviembre, que su víctima no era el dueño del bar que los había corrido y de quien decidieron desquitarse en la noche anterior.
— ¡Siempre sale a esa hora hombre, siempre! -le dijo Pedro a Emigdio cuando arreglaban la venganza orgullosa, y siguieron tomando sin dar tanta importancia al comentario. Tres horas más tarde, había un muerto cerca de la entrada del bar.
Consternados después de ver el charco rojo en la foto, los hermanos regresaron nuevamente al cuarto, en profundo silencio se vieron a los ojos, colocaron los periódicos en una pequeña mesa de mimbre cerca de la ventana y empezaron a tronar —como hecho bíblico— las gotas de lluvia en el techo de lámina.
Ahí estaba, en la portada principal de los diarios, el muerto equivocado de los contreras.

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